En pocas palabras, primero inventamos nuestras tecnologías — y luego le damos la vuelta y utilizamos la tecnología para reinventarnos como individuos, como comunidades y como sociedades enteras.
— Paul Saffo
Paul Saffo, profesor y futurista de las universidades de Standford y Singularity, investiga sobre el impacto en la sociedad que tienen las innovaciones tecnológicas a largo plazo. En la charla The Creator Economy, aborda como desde la Revolución Industrial la economía se ha globalizado y ha ido cambiando para satisfacer nuevas necesidades de la sociedad.
Estos cambios económicos tienen dos factores en común: 1) Revoluciones tecnológicas y 2) innovación en los medios de comunicación. En este artículo abordaremos las tres economías que han emergido en los últimos 200 años:
Economía del Productor: A principios del siglo XX, se nos creó la necesidad de comprar productos materiales mediante la prensa y la radio.
Economía del Consumidor: A finales del siglo XX, se nos creó la necesidad de comprar productos que daban estatus social mediante la televisión.
Economía del Creador: A principios del siglo XXI, se nos creó la necesidad de interactuar con los productos –ser creadores y consumidores a la misma vez– mediante internet.
La tecnología blockchain y los metaversos pueden hacer que el resto del siglo XXI esté dominado por la Economía del Creador.
Economía del Productor
Los medios de comunicación, tal como los conocemos hoy en día, surgen a partir de la formación de las sociedades de masas. Las sociedades de masas nacieron con la Revolución Industrial que tuvo lugar a partir de finales del siglo XVIII con la máquina de vapor como símbolo tecnológico y es el proceso histórico por el que las sociedades agrarias se convirtieron en predominantemente industriales y urbanas. La Revolución Industrial atrajo por primera vez una enorme fuerza de trabajo a las ciudades. Estas primeras ciudades eran inmensas y desorganizadas. Nunca antes se habían construido instituciones e infraestructuras necesarias para que tantas personas vivieran tan cerca unas de otras. No fue hasta principios del siglo XX, durante la denominada Segunda Revolución Industrial, cuando se produjeron nuevas innovaciones en fuentes de energía (gas y electricidad), materiales (acero y petróleo), sistemas de transporte (avión y automóvil) y medios de comunicación (prensa, teléfono y radio) que desencadenaron en la globalización de la economía mundial.
La Revolución Industrial consiguió incrementar la producción y abaratar los costes de los bienes materiales que hasta entonces eran escasos, creados de manera artesanal e inaccesibles para la mayor parte de la sociedad. Esto se consiguió mediante la sistematización del proceso de fabricación: cómo organizar a los trabajadores con la eficiencia de una máquina para producir más cosas en menos tiempo y más baratas. Los trabajadores y los dueños de las fábricas se convirtieron en un símbolo de estatus.
Los medios de comunicación fueron por primera vez utilizados para hacer las fábricas más eficientes mediante la observación y la recopilación de información de los trabajadores. Frederick Taylor, considerado como el padre de la organización científica del trabajo, grababa y fotografiaba a los trabajadores para pensar en nuevas formas de hacerlos trabajar con mayor eficiencia. El reloj de fichar se convirtió en el símbolo de la economía del productor que eran utilizados para optimizar al máximo la productividad.
Los medios de comunicación también desempeñaron un papel importante en la promoción y difusión de los bienes producidos en las fábricas: los dueños de las fábricas fueron los primeros inversores en negocios de medios de comunicación mediante la compra de contenidos o espacios publicitarios.
Con el paso de los años, el sistema de producción se volvió tan eficiente que, en 1914, un trabajador de la fábrica Ford podía permitirse comprar uno de los coches que estaba construyendo con el salario de tan solo cuatro meses. A partir de los años 30-40s, tras la finalización de la II Guerra Mundial, se demostró que este proceso industrial había alcanzado su punto máximo de eficiencia ya que los aliados ganaron la guerra al ser capaces de crear más productos que el bando contrario. Esta saturación de la Economía del Productor hizo que terminara su dominio ya que eran capaces de crear más cosas que las que la gente quería comprar.
Economía del Consumidor
Cada nueva abundancia crea una escasez adyacente. Cuando las empresas se dieron cuenta de que tenían un problema de demanda en lugar de un problema de producción —la gente ya no quería comprar más cosas— el sistema económico evolucionó a cómo encontrar nuevas maneras de vender sus productos. Mientras que durante el período anterior la figura más importante eran los jefes de los procesos de fabricación ahora lo eran los que se encargaban de las ventas y el marketing: cómo convencer a los consumidores de comprar sus productos. Se empezó a crear el deseo de consumir y con ello la Economía del Consumidor. El pilar clave no era ya el trabajador, si no el consumidor. Esto se ve claramente en 1958, con el nacimiento de la primera tarjeta de crédito, una herramienta para satisfacer ese deseo de consumir cuando en realidad no se tiene el dinero.
Al igual que la prensa y la radio en la Economía del Productor, la televisión jugó un papel muy importante en la aparición de esta nueva economía del consumidor. La televisión, con un atractivo publicitario sin precedentes, fomentó la demanda de los consumidores a comprar ciertos productos para obtener un estatus social gracias a ser un medio más gráfico y exclusivo.
La sobreexplotación de las estrategias publicitarias y de marketing volvió a saturar esta economía como pasó con la Economía del Productor. La gente llegó a un punto donde estaba sobreinformada de la cantidad de productos que podían llegar a consumir. En 1971, Herbert Simon, premio Nobel de economía, ya predice cuál será la siguiente necesidad a satisfacer:
“Lo que consume la información es bastante obvio: consume la atención de sus receptores. Por lo tanto, la riqueza de información crea una pobreza de atención y la necesidad de asignar esa atención de manera eficiente entre la sobreabundancia de información”.
Economía del Creador
Así, al igual que el reloj de fichar simbolizaba la Economía del Productor y la tarjeta de crédito la Economía del Consumidor, el ratón del ordenador es el símbolo de la emergente Economía del Creador —Paul Saffo
Las nuevas plataformas tecnológicas como Wikipedia, YouTube y Twitter han cambiado el paradigma de la comunicación. Del mass media al personal media, estas plataformas permiten que cualquier persona sea creadora, es decir, que sea consumidora y productora al mismo tiempo:
Antes de Wikipedia, si querías escribir un artículo tenías que trabajar para una editorial.
Antes de Twitter, si querías escribir un titular, tenías que trabajar para un periódico.
Antes de YouTube, si querías grabar una película, tenías que trabajar para una productora.
Las personas ya no nos limitamos solo a consumir, sino que creamos valor a través de nuestras interacciones diarias. Incluso muchas veces somos creadores sin darnos cuenta. Por ejemplo, cada vez que introducimos una búsqueda en Google estamos aportando valor a la plataforma con nuestros datos únicos e individualizados que, en conjunto, son agregados por el buscador para ofrecer mejores resultados. Si no pagas por el producto, eres el producto.
El éxito de estas plataformas ha sido cambiar sus modelos de consumismo puro a crearnos la necesidad de interactuar y aportar valor en sus productos para poder utilizarlas. De esta manera, se aprovechan del valor que generamos para mejorar sus sistemas. El recurso limitado en esta economía es la atención y la interacción: nuestros datos son la moneda con la que estamos pagando los servicios. Mientras que en la Economía del Consumidor solo consumíamos y comprábamos, en la Economía del Creador participamos y creamos. El estatus social viene de sentirnos creadores.
A mediados de la década del 2010, el auge de la industria de los influencers permitió a los creadores a empezar a monetizar su audiencia a través de publicidad. Las plataformas como YouTube, Twitch o Instagram empezaron a ceder parte de sus beneficios a los creadores. Hoy en día, algunos de estos creadores son capaces de generar millones de dólares al año vendiendo contenido digital, publicitando marcas o creando cursos online:
El año pasado, el youtuber David Dobrik generó más de 275.000 dólares mensuales con una media de 60 millones de visualizaciones.
En Substack, una plataforma que permite monetizar artículos para tu audiencia, los 10 principales creadores ingresan conjuntamente más de 7 millones de dólares al año.
Se calcula que Charli D'Amelio —que empezó en TikTok hace un año y medio y recientemente se convirtió en la primera creadora en superar los 100 millones de seguidores— ha ganado más de 4 millones de dólares con tan solo 16 años.
Sin embargo, la gran mayoría de creadores no se ven adecuadamente remunerados por su trabajo. Los rendimientos de la creación de contenido se distribuyen de manera notablemente desigual. Tan solo un 4% de los 50 millones de creadores son profesionales y pueden vivir de ello como principal fuente de ingreso, en una industria de más de 100 mil millones de dólares:
El 1% de todos los streamers ganan más de la mitad de todo el dinero repartido por la plataforma, según los datos que salieron a la luz tras el hackeo de Twitch.
En Patreon, una plataforma que permite a los creadores crear suscripciones mensuales para su audiencia, tan sólo un 2% generaba el salario mínimo estadounidense de $1.160 al mes en 2017.
En Spotify, los artistas necesitan 3,5 millones de reproducciones al año para obtener un salario mínimo anual de $15.080.
La economía del creador todavía no ha triunfado debido a, principalmente, dos motivos:
Las plataformas de creadores se quedan con un amplio margen de los beneficios y concentran la distribución de sus ganancias en un número reducido de creadores. Un creador medio no puede vivir de ello.
Las herramientas de monetización para los creadores son limitadas y en la práctica se reducen exclusivamente a modelos publicitarios.
La Solución: El Metaverso
El metaverso abre una nueva puerta a los creadores para tener más influencia sobre sus audiencias con nuevos modos de interacción, comunicación y monetización. En muchos sentidos, el metaverso no es más que otro nombre para la evolución de Internet para que sea más social, inmersiva y mucho más sofisticada económicamente que lo que existe hoy:
Alinea mejor los incentivos entre plataformas, creadores y audiencias para cooperar y trabajar por un objetivo en común. Este milagro de la coordinación —que antes era inmanejable o no era posible sin la llegada de la tecnología blockchain— se orquesta a través de la propiedad de tokens, los activos nativos de esta red.
Es un medio de comunicación más inmersivo donde se pueden crear infinitas nuevas formas de interacción con la audiencia que puede cambiar radicalmente nuestra forma de vivir, trabajar y acceder a la información.